Es lamentable que un club con tanta tradición deportiva como La Emilia no logre controlar a unos pocos cientos de hinchas que se acercaron para presenciar un partido atractivo entre dos equipos que ofrecieron un buen espectáculo en cancha. Sin embargo, lo sucedido fuera de ella ensombrece cualquier resultado deportivo.
El encuentro se mantuvo bajo control hasta el minuto 41 del segundo tiempo, cuando una falta cometida por el arquero de Argentino Oeste, Nahuel Peñaloza, dio paso a que Fausto Campiotti convirtiera el gol de encuentro. A partir de ahí, la tensión comenzó a crecer, con Argentino Oeste buscando pero sin lograr inquietar a su rival. Lo que sucedió después fue la verdadera tragedia de la jornada.
Detrás del banco local, un sector de la platea, ocupado por grupos identificados, comenzó a arrojar objetos contundentes y a proferir amenazas contra los jugadores y cuerpo técnico de Argentino Oeste. Investigaciones de nuestra redacción indican que los responsables de estos actos de violencia están involucrados en una compleja red de negocios ilícitos, y su control parece ser imposible para las autoridades.
La falta de un operativo policial adecuado, que incluyera el habitual “pulmón” de seguridad entre ambas hinchadas y los chequeos necesarios, permitió que se dieran agresiones entre los simpatizantes antes, durante y después del partido. Este hecho refleja una preocupante falta de compromiso por parte de las autoridades, quienes claramente no estuvieron a la altura de la situación.
El Club La Emilia debe enfrentar sanciones severas por estos hechos. No obstante, es bien sabido que el club ha recibido financiación política durante años, lo que complica la transparencia y la imparcialidad de cualquier medida disciplinaria.
El resultado del partido queda en segundo plano, al igual que las imágenes capturadas del enojo de los jugadores y la parcialidad de Argentino Oeste. El verdadero descontrol provino de la hinchada de La Emilia, cuya violencia fue incontenible. Los dirigentes del club deben asumir su responsabilidad ante esta situación.
Nuevamente, la violencia se impuso y el fútbol perdió. Mientras no existan medidas efectivas para prevenir estos episodios, el deporte seguirá siendo rehén de aquellos que lo utilizan para sus propios intereses, y los verdaderos amantes del fútbol continuarán siendo los más perjudicados.
