La planta de ATANOR ha vuelto a la actividad en San Nicolás con tan solo 40 operarios, una cifra modesta en comparación con los más de 150 empleados que mantenía en sus mejores tiempos antes del accidente que obligó a la empresa a detener su producción. La reactivación, que se realiza bajo estrictas normas de seguridad, representa una luz de esperanza para los trabajadores que desean recuperar sus empleos, pero no sin controversias.
Mientras la ciudad sigue enfrentando los desafíos de mantener un ambiente saludable, la reanudación de ATANOR ha suscitado opiniones divididas en la comunidad y en el Concejo Deliberante. Una parte de la población, junto con concejales que previamente se opusieron a la actividad de ATANOR, ha expresado su descontento ante la reapertura, argumentando preocupaciones ambientales. Sin embargo, para los empleados que ansían recuperar su fuente de ingresos, esta posición es vista como una barrera que ignora las necesidades de las familias afectadas. Entre los afectados, 42 fueron despedidos y 10 aceptaron retiros voluntarios en esta última etapa.
Uno de los empleados desvinculados expresó su desilusión en una reciente entrevista: “Pensamos que iban a luchar por nuestros trabajos, que iban a hacer el esfuerzo para conservar nuestros puestos, pero en lugar de eso, votaron a favor de cerrar nuestra única fuente de ingresos”. Este testimonio refleja la frustración y el desencanto de aquellos trabajadores que, en medio de una situación incierta, esperaban mayor apoyo de los representantes votados para defender los derechos laborales.
El futuro de los trabajadores ahora depende de los informes ambientales que emita la provincia y de la autorización judicial que se espera de la jueza Díaz Bancalari. Los empleados mantienen la esperanza de que, con la intervención de la justicia y las autoridades ambientales, puedan ser reincorporados y recuperar la estabilidad laboral que han perdido.
Para la ciudad, ATANOR es un tema que enfrenta dos realidades: la necesidad de empleo y el compromiso con un ambiente seguro. Lograr un equilibrio entre estos dos aspectos será esencial para construir un futuro en el que la industria y la calidad de vida puedan coexistir sin sacrificar la salud de la comunidad ni los derechos de los trabajadores.
