El 25 de septiembre de 1973, la Argentina fue testigo de un crimen que dejó una herida profunda en el movimiento obrero y en la historia del país. José Ignacio Rucci, secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT), fue brutalmente asesinado en un atentado que, aún hoy, sigue siendo un símbolo de la violencia política de aquellos tiempos convulsionados. En medio de un contexto de profundas divisiones sociales y políticas, la vida de uno de los máximos líderes obreros fue truncada de manera despiadada.
Aquel fatídico día, la operación conocida como “Operativo Traviata” sacudió a la nación. Los responsables, un grupo de la organización Montoneros, se adjudicaron el atentado, aunque las sombras de la participación de la CIA y otros servicios de inteligencia extranjeros, como en el caso del asesinato del líder metalúrgico Augusto Timoteo Vandor en 1969, nunca han dejado de sobrevolar este episodio. Estos eventos marcaron una página oscura en la historia de las luchas obreras, donde la violencia política intentó silenciar a los defensores de los derechos de los trabajadores.
Rucci no solo fue un líder sindical, fue un hombre que encarnó la lucha por la dignidad del trabajador, comprometido con mejorar las condiciones de vida de millones de personas. Su asesinato dejó un vacío imposible de llenar, no solo en el corazón de la clase obrera argentina, sino también en el ámbito internacional, donde se le reconocía como una voz firme y decidida.
Hoy, a 51 años de su muerte, su memoria sigue viva y su legado continúa siendo una inspiración para quienes creen en la justicia social y en los derechos de los trabajadores. El clamor por justicia no se ha apagado, porque las heridas abiertas en aquellos años oscuros siguen doliendo. Es momento de recordar, pero también de exigir que los responsables de este y otros crímenes atroces rindan cuentas.
El movimiento obrero internacional perdió a uno de sus más grandes líderes aquel 25 de septiembre, pero su lucha continúa en cada trabajador que levanta la voz por sus derechos. A 51 años de su partida, exigimos justicia. Porque la historia no puede ser olvidada y la verdad es imprescindible para sanar como sociedad.
Que el recuerdo de Rucci nos inspire a seguir luchando por un mundo más justo, en el que la voz de los trabajadores nunca sea silenciada.