
Con la presencia estelar de los campeones del mundo en Qatar 2024, Leo Augsburger y Alex Chozas, el Argentina Padel Tour desató su danza inaugural con el Rosario Arena Padel Open. La competencia se desplegará los días 7, 8 y 9 de marzo, cuando las mejores parejas de Argentina se enfrentarán en este torneo Master 1000. También dirán presente los herederos del futuro, esos pequeños jugadores que ya susurran promesas en la categoría NextGen.
El Argentina Padel Tour es más que un circuito de pádel profesional: es la geografía donde el talento se trenza con la ambición. Un escenario móvil que recorre la República Argentina, promoviendo y desarrollando este arte de raqueta y reflejos, ofreciendo a los jugadores la oportunidad de medir sus destrezas a lo largo de la temporada.
Este viernes a las 17 horas, a través del canal de YouTube que documenta la odisea, se pudo ver al joven prometedor nicoleño Santino Baro, un zurdo exquisito que, con la solidez de quien entiende la geometría del juego, alternó potencia y lirismo, como esos jugadores que no necesitan más presentación que el giro hipnótico de la pelota. Durante el primer set, la pareja integrada por Benjamín Romero y Santino Baro desdibujó a Max Borges y Cristian Ozan con un inapelable 6-1. Solo en el tercer punto la balanza amagó con equilibrarse, cuando el nerviosismo, ese fantasma que se desliza entre los intersticios de la mente, hizo estragos en puntos sencillos, sumando errores no forzados.
En un segundo set de sostenidos quiebres de servicio, la diferencia de aptitudes se insinuó con sutileza, y el aprovechamiento quirúrgico de los defectos ajenos en los puntos largos hizo el resto. En el tie-break, Borges y Ozan desplegaron el temple de los que saben esperar su momento, desarticulando con un rotundo 7-1 para imponerse por 7-6 y forzar el tercer set.
Allí, Cristian Ozan, que había sido un rumor creciente a lo largo del partido, se convirtió en el amo de los tiempos y los espacios. Su juego adquirió la cadencia de quien ha descifrado el ritmo de la batalla, imponiéndose en cada intervención. Así, con un categórico 6-3, lograron la clasificación a semifinales.
Del otro lado de la red, la pareja Baro-Romero navegó en sentido inverso: de mayor a menor, quizás sintiendo el vértigo de la alta exigencia, dejando escapar puntos que se volverán lecciones, errores que se irán puliendo en el incesante laboratorio del juego. Porque más allá del marcador, lo que queda es la experiencia, ese intangible que, en el segundo set, se les escurrió entre los dedos.