La pasión por Boca Juniors no solo trajo fervor a las puertas del estadio, sino también una clásica “avivada criolla”. Tras dos días de acampe en espera de la venta de entradas, algunos aprovecharon la situación para hacer negocio, adquiriendo el máximo permitido de ocho boletos por persona con la intención de revenderlos.
Una vez con las entradas en mano, varios usuarios comenzaron a ofrecerlas en redes sociales a precios muy superiores al oficial. Las plataformas digitales como Facebook y WhatsApp se llenaron de publicaciones donde los boletos aparecían a la venta, reflejando una alta demanda por el evento.
Esta situación generó malestar entre los hinchas genuinos que pasaron largas horas en fila para conseguir entradas y ahora se encuentran con precios inflados en el mercado negro. Mientras tanto, las autoridades han advertido que la reventa de entradas es ilegal y que los controles seguirán reforzándose.
A pesar de estas medidas, la reventa sigue siendo un fenómeno recurrente en eventos de esta magnitud. La avivada criolla deja un sabor amargo en medio de la euforia por el partido, empañando la fiesta del fútbol con prácticas que afectan a los verdaderos fanáticos.